Desde una Villa en el Parque
viernes, noviembre 25, 2005
Ojo redondo
Si, la lluvia iba cayendo despacio, incesante.
Los huesos, la piel, el cabello la sentían propia. Y si algún extraño la miraba de reojo, molestaba. Cómplice de cuerpos mojados, de humedades de lunes, martes, miércoles y jueves, de éste café fuerte a las cinco de la tarde, de éste mes de octubre mirando autos, gentes, veredas de piedritas blancas y negras que formaban dibujos en el pisoteado piso público.
Y el desconocido la seguía mirando, con los dos ojos redondos, grandes; la pupila exaltada, asquerosa, horriblemente opaca, llegaba a incomodar su sorbo calentito de cafeína. Ella devolvió su mirada intentando hablar con sus ojos, con un despreciable:
- No molestes mi paz de hoja con birome, de taza y líquido negro caliente, de cabello mojado, en este lugar tan agradable. Alejá ya tu mirar de mí, o mi instinto asesino hará desangrar tu pupila con el filo lamentable de esta cucharita.
Y crease o no, todo eso logró transmitirle con su mirada, pero créeme que no fue suficiente, el individuo no tuvo mejor idea que invadir su mesita de bar con un:
- Te pasa todo eso porque tu café no tiene leche.
Se atrevió a correr la silla y osó sentarse en ella ¡Horror!
¿Cómo sacaría a esa bestia con camisa cuadrille y comentarios lactosos de la única vista que tenia de la calle? Más horroroso, ¡era una maldita interminable pelicula basada en un libro del pobre Stephen King, muy mal hecha!
El hombre empezó a mover la boca, o sea, hablar incesantemente. Ella sólo podía concentrarse en sus movimientos, no escuchaba palabra alguna, definitivamente quería, fuera de este mundo, a ese detestable ser.
Ya no tenía visualización entera de lo que pasaba en el mundo exterior; el ser con testosterona alterada lo tapaba todo con su humanidad, ella solo podia emitir secos: si, claro, esteeee, bueno. No pasaban más que pensamientos increiblemente turbios por su mente.
Terminó de un sorbo su café, intentó irse, dejándolo todo, pero él la detuvo agarrándola con fuerza del brazo y la invitó a pedir lo que gustase. Hubo un silencio. El odio se sentia en el aire.
Ojos redondos insistió y ella tuvo que aceptar.
El hombre se sintió equivocadamente complacido y quiso acariciar su pierna, ella rió nerviosamente y sacó su mano bruscamente, repitiéndole varias veces:
- Así no, mi desconocido. Así no.
La camarera tardo en traer el oscuro y perfumado fluído.
Una vez servida la mesita, café negro para ella, lágrima para él, nuestra protagonista no demoró en derramar su pedido oscuro con sus vapores por debajo de la mesa justo en la entrepierna de su invasor visitante no invitado.
Esta vez sintió su boca moverse junto al sonido de un fuerte grito agudo, al que le siguió la sirena de una ambulancia.
Y ella con su pobre cucharita de café ensangrentada en la mano derecha ¡maldita cuchara con cero filo! Gritaba, como escupiendo su demencia, y aclaraba no querer odiar, dijo querer matar.
Si no perdía la cabeza no podria soñar. Y recordó para sí estos versos:
Y tus ojos ... ¡mis ojos de otro tiempo
Que me temian tanto!
¡Ni una perla tuvieron, ni una sola,
eres de nieve y marmol!
Tu me viste serena, indiferente,
Gemir agonizando ...
Y con el Alma menos fuerte pensó que se había equivocado de ojos nuevamente.
No de sentimientos.
No le gustaba que la molesten los días de lluvia, los momentos en que hay un papel, una birome, imágenes y palabras en su cabeza, y sobretodo cuando sus ojos miran para adentro.
¿Si duele?
Y, si. Todo duele un poco.
Sobre todo no poder soñar.
Posted by Dark Rusa ::
8:13 p. m. ::
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