Las seis de la mañana y apenas consigue abrir los ojos para embocarle una apagada al reloj despertador que grita el fin del sueño, pero lo que ese maldito, si, si, maldito despertador, no sabe, es que no terminó con el sueño, sino que lo hizo despertar, y no se lo esperaba, no te esperaba, y el estaba ahí, arrebatando la mañana, dándole color al principio del día, los detalles podrían ser demasiado interesantes para ser escritos, tan solo decir que comenzar estas 24 horas con semejante demostración de cariño desbordado, fue algo así como para recordar que existís en mi, el día entero, física e espiritualmente.
Brindo por la salud mañanera, de nuestro cuerpo y alma.
Ahora, el está arriba, ella abajo recibiendo, si si, en la recepción, trabajando.
Y en un intervalo no tubo la mejor idea de comunicarse con su hermana, y luego de la extrañitis familiar, lo inevitable?lo vio, lo leyó, y entonces a este mediodía le falta algo de ?espacio azul? ¿será porqué no lo puede ver?, ¿será tiempo perdido pensarlo?, mientras la cama sostiene tu cuerpo, ella se acuerda de otras primaveras?no es justo, y ambos teléfonos no responden, uno está arriba de ella, once pisos arriba, el otro, ella no sabe, pero tiene certeza que podría corroborarlo personalmente, se pregunta si estará haciendo lo mismo que el otro, solo que a miles de kilómetros, lo acercaría por un ratito, solo para ver si no lastima.
El mate la acompaña, los recuerdos se transforman en imágenes en una pantalla lejana. Ella sabe que sus neuronas desquiciadas deberían ser menos anárquicas, que su cuerpo no debería estallar como lo hace, como lo deja.
Y los idiomas se mezclan, y ella solo termina su horario a las tres de la tarde, y el reloj de la cámara de seguridad marca 12:37, la yerba ya no merece agua caliente.
Y vos seguís durmiendo, ¿y vos? Apuesto a que estas haciendo lo mismo.
Y el sol castiga las cabezas de los turistas, hace tiempo que un rayo del mismo no se posa en su enrulada cabellera.
Cree que cuando termine va a ayudarlo a afeitar su cabeza, él, probablemente la bese, y le diga que el almuerzo, temido, digo está servido.
Y será que él finalmente consigue acabar con esta ambigüedad.
Poder ser feliz con las cartas que nos tocaron en esta partida?
Tal vez besos de dulce veneno de quiero y no.
Hoy, ocho meses después solo tengo brillo en mis ojos gracias a vos, ya no estas once pisos arriba, viajaste miles de kilómetros para seguir estando, doce pisos, ni arriba ni abajo, a mi lado.
Kamikaze. Gracias