Y estaba ahí, sin nada que perder.
La risa fue entreverándose en las palabras, muchas letras mezcladas, historias de caminos vividos, pies descalzos, almas desnudas; vos: calor, yo: frió, de esos intensos que dejan el corazón violeta, vos: unos ojos brillosos que no paran de mirarme ni de degustar cada gesto como si fuera único, yo: boca seca, nervios, mas fría, con tonos colorados, movimiento torpes descolocados.
La avenida, que podría haber sido cualquiera de las más conocidas de tu ciudad, barrio, país, descansaba de las pisadas apuradas e histéricas de sus perfumadas señoritas, sus hombres tristemente llenos de obligaciones y de aquellos especimenes adolescentes, el ruido de los automóviles no lograba distraer mi mirada de esos ojos tan miedosamente dulces.
Me han dicho que ciertas personas, después de consumir una cantidad razonablemente inquietante de Mentol Plus paquete negro, entran en estados hipnóticos. Si usted anda caminando por aquellas avenidas tan populares…
Le recomiendo, se concentre en dominar la tentación, pues estoy hablando ni mas ni menos de los besos encontrados y peligrosamente dulces, que les comento, a modo informativo, lo invaden de una manera brutalmente deliciosa, y se escapan de nuestros labios y nunca de nuestro recuerdo, nos abrazan de manera fuerte y larga en tiempo real y fantasioso, con dos brazos contenedores, nos cantan la canción que mas nos gusta al oído, y si querer uno a ya está mas adentro que afuera del sueño, y justo en ese momento vienen los colectivos esperados y terminan con todo de una sola vez; Nos acarician el rostro, se enrosca en nuestro cabello, con algunas hermosas promesas.
Y uno viajó, apenas, sin moverse.
Y estaba ahí, sin nada que perder.
Y podías no haber estado, podía no haber estado.
Para no mentir, no se quien estuvo en realidad.
Mejor dicho: no sé quien habrá estado.