Desde una Villa en el Parque
sábado, marzo 04, 2006
Ni un cuarto, ni dos, mi tres
Y qué vas a hacer cuando no esté, pregunté.
Con la voz agitada, cabellos despeinados, y unos ojos desorbitados que hablaban de un encuentro feroz con él, que, como si nada, se dio vuelta dándome una espalda cruel, desnuda y fatal.
Era ese el momento.
Ella, la otra, esperaba afuera, mientras yo reclamaba presencias, caricias, toques desesperados, él no habló, me dio vuelta violentamente hasta acorralarme contra la pared y penetro mi ser con una espada de doloroso placer; no quería que entrara la otra.
Demoraba en acabar nuestro discurso de gemidos, movimientos dignos de un ritual, manos fuertes sobre cuerpos mojados de poros abiertos a todas las sensaciones, inclusive al mínimo vientito del ventilador ruidoso del techo; porqué no debía entrar la otra, le pregunté, esa respuesta es solo tuya, me dijo con palabras entrecortadas.
Sacudió mi cabeza, haciendo que mi cabello bailara a un ritmo descontrolado, hasta que logro reanimarme y traerme al mundo real, hacerme volver de aquella repetida sesión de llenar agujeros, de cambiar líquidos, de presencias, de nada y todo a la vez, de blancos y rojos, de marcas inmortales, de huellas bellísimas y sangrientas.
Finalmente con un fuerte empujón a la puerta de madera, la otra consiguió entrar generando un cóncavo y convexo de posiciones, de perfumes carnosos, piernas entrelazadas en laberintos infinitos; él la ignoraba simplemente seguía en lo suyo: arrancarme un poco mas de lo que quedaba en mí; un ácido ardor crecía en lo mas profundo de mi, salía por mi garganta y mojaba su cuello, ojos cerrados, besos de ambos labios, mas besos, nada, la nada, sólo un placer cósmico.
Yo ya no estoy.
¿Qué vas a hacer?
Él se dijo: esperarte, siempre.
Posted by Dark Rusa ::
10:53 p. m. ::
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